miércoles, octubre 10, 2012

Intrascendencias

Pasado.


Debía de ser otoño.
            Lo recuerda porque caían las últimas hojas de su diario y su aspecto se tornaba clandestino y plomizo, como el gris de los días sobre la espalda de las palomas.
            Debía de ser otoño.
            Lo recuerda porque todo conducía a la ausencia punzante, a la niebla confusa y a los erráticos reproches enredados en malinterpretaciones, a los mensajes de excusa, a las noches de lectura sin papel, a las líneas mudas, invisibles.
            Fue época de perseguir soplos y murmullos, aguas, remolinos y nubes. De marcar los límites del futuro con estacas carcomidas y redes oxidadas: sólo un empujón arrastraba a la libertad.
            Debía de ser otoño.
            Lo recuerda porque el amor se hizo átono  y en el sortilegio de la noche voló con las plumas rotas en la última caída, antes del vacío, para estrellarse detrás de otros muros, entre otras letras, sobre otros espacios.
            Y sin música.
            Con todos los secretos mostrados ante el mundo que nunca le acogería.
Desde aquel último otoño.

 Tal vez sólo me quede esta manera
de decirte las cosas,
recurrir al lenguaje estilizado
de la palabra escrita.
         Ariadna G. García

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por el comentario y por la visita. Espero que te siga gustando lo futuro.
    Un abrazo!

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