viernes, febrero 28, 2014

Letras propias: Cuaderno de conclusiones (6)



CUADERNO DE CONCLUSIONES (6)
  
La efervescencia.

Ese matiz convexo que surge, gastado e inconfesable, acabando de fluir cuando ya es caudal improvisado.

Ese viajar a lomos de la predilección, ese circundar la isla de los párpados manantiales.

Efecto desborde tintado en el reloj digital, fanal cercano en el retorno.

Desde entonces, cuando te quise, los tentáculos de mi voz llamándote en resucitada creencia sin testigos.

Desde entonces, cuando te quise, el hondo misterio del volumen ingrato de la improbabilidad.

La efervescencia que aplaca el adiós -sí: quise marcharme- haciendo crecer las alas del hermetismo averiguado.

Sin más imágenes que los campos del febrero feliz durante la lluvia vaciada más allá de las formas.

Desde entonces, cuando te quiero, no ocultes nada, no dispenses favores en los altares del pasado, no des oportunidades a lo muerto.

No me arrincones.

Si acompañas mi presencia, no dejes que la duda de tus ocultaciones detenga el olor de las rosas que el futuro de la efervescencia ha de entregarte.                                      



lunes, febrero 17, 2014

Letras propias: Cuaderno de conclusiones (5)

                                                                   Fotografía: Soledad Nieto

Supongamos que puedo escribir algo.

Supongamos que lo escrito tenga algún sentido y no parezca un montón de basura acumulada sobre este papel virtual.

Supongamos, aunque sea mucho suponer, que ignoro el tiempo y no me importan las horas, o las conexiones en los minutos, o los silencios palpables, o las situaciones que perturban sin que me perturben, o los paréntesis, o las euforias descontroladas antes de frenarlas.

Supongamos que sólo pido un pequeño respiro a mis palabras, un diminuto fragmento exhalado por la garganta. Ni siquiera una distancia medida: me conformo con alcanzar allí donde abarcan los ojos (ser papel, pantalla o fachada y esperar vanamente esa afirmación que no llegará a dibujarse).

Supongamos no poder mentir, aunque a veces lo desee, para descifrar un disimulo y explicar que nadie puede hace volar las pajaritas de papel, brillar las estrellas eléctricas o despertar los cariños enmohecidos: que solo yo lo consigo cuando no lo consigo, aunque no sea recurrente.

Supongamos que ningún poder emana de mis manos cansadas y dormidas mientras comprendo que ya no hay sueños.

Supongamos que, como apátridas, estas líneas no pertenecen a sitio alguno. Que son escritas para ordenar esa madeja de ideas que no puedo comentar, por ese pudor tan íntimo, para reconocer que todos los caminos del laberinto ya no conducen a una presencia. Que su imagen dejó de acompañarme habitualmente y que desearía que la opacidad de los años nunca turbe el brillo rasgado de sus ojos.

Supongamos que no existe el vértigo, ni el temblor de manos, ni el estómago con piedras ante la incertidumbre.

Supongamos que siempre habrá un siempre donde creer las verdades, donde no se escuchen recriminaciones, donde se apueste para y se viva por, donde yo sea refugio y no tormenta.

Supongamos que hay que seguir viviendo, seguir viviendo, seguir viviendo…

Por suponer, supongamos que puedo escribir algo que no sea basura sobre este papel virtual.



martes, febrero 04, 2014

Letras propias: Cuaderno de conclusiones (4)


CUADERNO DE CONCLUSIONES (4)

Todo tiene su nombre y su forma excepto la forma del nombre que nunca se escribe por miedo (sinónimo de temer y antónimo de realidad) a la maduración de las metáforas recitadas, al rechazo de lo tangible, a la posible decisión definitiva.

La forma de las canciones con nombre de mujer es curva como el arco tenso de un cazador de nubes.
Y la alegría pegadiza de los anexos, un canto a los próximos días de distracción, ocio y reencuentro: mentiras maquilladas.

Aristocráticamente formal, el viento cimbrea mi cuerpo voladizo mientras las dunas contestatarias mueven sus siluetas al compás de la incógnita e insinúan un abrazo áspero sobre las piernas.

Tengo el viento arrancando mi piel y el frío escarbando mis entrañas.

            Por eso me he puesto de acuerdo con el pequeño duende de los jueves y comienzo a editar sílabas entrelazadas, frase tras frase, párrafo tras párrafo, envolviéndolas en un papel de regalo imaginario que flotará por las ondas invisibles de lo remoto, sobre alfombras mágicas tejidas con cabellos y estambres, esperando que ningún miserable las espíe.
Ningún miserable que manipule.
Ningún miserable que tergiverse.
Ningún miserable que aceche para oscurecer.

Por eso me dejo arrastrar, como un toldo roto, por el viento que escupe su furia de poniente: para volar y perderme acompañando a la soledad desorientada.

Porque uno no es más que un acompañante subversivo y triste de tal soledad.

Cuando en las adversidades se encomienda a San Fortunato, patrón de los nicotínicos.

Antes de cuánto y cómo, que fue ahora y ya no es nada.

Lo supiste y ya no lo sabes.
O no quieres saberlo.