jueves, enero 08, 2015

Letras propias: Correspondencia ordinaria 4

                                                               
                                                                         Fotografía: E, Vecino


Apurar la noche como se apuran los últimos vasos,
como se apuran las tildes o los motivos de un texto.

En el laberinto de las calles donde se es Teseo.

En los semáforos que ríen ante los pasos cuando iluminan las huellas
del transporte ridículo hacia el destino.

Escuchar la lluvia.
El cristal que se cuartea en fragmentos milimétricamente olvidados.

Buscar de dónde sale la sangre escupida: el alma no tiene arterias
y no hay recuerdo de dolor alguno para sangrar.

Buscar en los rostros apartados que no omiten ni mienten: ¿quién pone sonido
en los labios, en los silencios prolongados, para dejar puertas
abiertas al retorno del eco?

Tampoco omiten las miradas desconocidas que inducen a crear distancia,
perspectivas en la tentación.
Que parecen decir, decir, decir…sin que se escuche.

Y nombran rey de copas sin reina alguna.

Sólo es tiempo.
Tiempo y cañamones para alimentarse como un pájaro quebrado.

El cristal se cuartea como el alma cuando la omisión es un ahogo sanguinolento, 
mientras el tiempo se acaba y la luz difumina las siluetas.

Apurar y escribir la noche en perspectiva hasta el límite de lo imposible.

Hasta ese momento en donde la aurora anuncia el punto y aparte,
en el laberinto de las calles que suenan a canciones,
en los áticos, en las huellas y en la exclusión repetida,
en los portazos que no retumban o en los abrazos que no se reciben..

Apurar hasta hacerlo.

Demostrar que, escribiendo en la ebriedad, tal vez sirva para algo
buscar,
apurar,
vivir.