sábado, marzo 26, 2022

No olvidar esta poesía

 


Cuando tienes perdido y olvidado un espacio como este (después de mantenerlo tantos años) siempre hay algo que lo despierta y hace que merezca la pena volver a pisarlo.

Aprovechando que el próximo día 7 de abril se presentará en Madrid (20.00 horas, calle Jaime I El Conquistador nº 7) Y no bebáis del agua del olvido, de mi querido Luis Llorente, debo dejar reflejado algo sobre un libro magnífico y maduro.

Es sorprendente encontrar un joven autor con unas formas tan tradicionales, tan clásicas, tan de poeta. Luis Llorente, aparte de ser un excelente gourmet de poesía, es un excelente poeta cuyas raíces han sido regadas por Claudio Rodríguez, Brines, Marzal... y que los frutos se notan en su todas sus letras.

Veo en Luis Llorente a un hombre renacentista, a un filósofo observador de pequeños universos con los que crea sensaciones; donde la naturaleza, los sonidos, el entorno, la transparencia, la luz y una miríada más de sujetos literarios tejen prendas que el propio Luis nos hace a medida.

Incluso podría ser creacionista y pensar que la vida es un deseo inteligente. Pero sólo es un poeta con un arcón lleno de ideas e inspiraciones que le  hacen ser un orfebre de los versos, para que cada palabra sea hilvanada con una meticulosidad estudiada y planificada.

And death shall have no dominion, decía Dylan Thomas. Y nada hay más cierto cuando se leen las cuatro partes (Y no bebáis, La urdimbre del otoño, Sólo rumor y Clausura del silencio) de este libro que tiene, sobre todo, un vocación para sentir la vida plena, para vivir y para dejar constancia de ello.

Porque Luis Llorente está muy vivo.

Y su poesía mucho más.




EN LAS SEMILLAS HICE EL BARRO

 

                                                                            Oscuro laberinto derretido

                                                                                        Lezama Lima

En las semillas hice el barro,

fui parte de la tribu.

La entelequia del ser en el trasunto

que durmió en los rincones de la vida.

Sonámbula barbarie, escalera mineral

que dorando fue el camino con los fuegos perpetuos.

Y borra el tiempo la quietud que nace.

Y la noche se hunde en la ceniza.


En el temblor oscuro las palabras

se arrojan al silencio,

lanzan una imprecación,

luchan contra el óxido en los suburbios de l atierra, 

se cortan y renacen

y se van anillando en la rutina

de olvidar el miedo, prohíben

los tejidos del mar, las alas de la fiebre,

para seguir cambiando sólo

la obertura de la luz. Quién está

detrás de la caricia, de la brisa en el fresno

y en la alegría serena de la fuente, dónde

se han posado los vencejos

si el verano es un rumor que vuelve, desata

la bronca geografía de la herida,

la superficie donde, lenta, una gota

de lluvia ha resbalado.


En las puertas líquidas se agolpa la inocencia,

en el mensaje secreto de esas aguas

que colman cada tarde,

y se aventuran a decirme

lo que el viento no me dice en sus embates,

lo que el desnudo horizonte no ha formado.


Arpegio y vibración,

constante disciplina que relincha.

Morir tan sólo

es otra parte, otro sonido

que se lleva la borrasca, o que posee la llave

certera para entrar.