Sentado frente a la ventana.
Con los ojos incrustados en el cristal
y la mirada perdida sobre lo indefinido decide escuchar el rumor danzante de la
lluvia caleidoscópica que dibuja lágrimas sobre el vidrio.
El
epicentro exacto de la utopía es un temblor quejumbroso de muchos grados sobre
la escala Richter.
Y dicho movimiento no consigue
derribar las fórmulas establecidas desde los pensamientos ajenos, las
desconfianzas, las sombras, las caídas de las cornisas desgastadas, la
respiración necesaria para continuar.
Alguien comenta en voz alta una
multitud de irrealidades y se deduce que algún mal perpetuo puede paliarse con
la ensoñación, pero que todo ha de ser aceptable y aceptado.
Ya no sirven excusas para llegar a la
meta.
¿Cuál
es la meta?
La lluvia va codificando ese horizonte
de pretextos.
Cuando
hoy no es Noviembre ni el futuro con borrascas será primavera.
Y entre
enigmas y frases inconexas –terribles, nocivas- el alba del pensamiento se
torna en matices sofisticados hundiendo las ideas en un viejo camino blanco,
génesis del presente frío que tirita entre la figura que relata pasados y
verdades no creídas.
¿Dónde está la meta?
No en el
camino del mañana que fue otro espacio inexistente y ahora es una ráfaga de sinrazón.
No en el
invierno que quema las palmas como brasas de hogueras, fundiendo impasibles
cicatrices en calderos de sangre derramada.
No en el
surgir de la duda ante la certeza de lo incierto.
No en el nacimiento
del resuello, del pestañeo pasajero y peregrino, buhonero de caminos y voces.
Nada surge
del silencio de las presencias, de las respuestas francas y desgarradoras, de las
utopías encalladas, súbitas, entre las rocas del faro que debe iluminar y sólo
ciega.
¿Dónde está su meta?
Los
monólogos pasados no preceden diálogos futuros, pero el lenguaje es tan versátil,
tan moldeable, que los golpeteos de las palabras esculpen escenas atípicas en dominios
lejanos.
Y se repiten
como bucles gigantescos que triturasen los costados estrangulando pulmones.
Las
presencias que conviven y no están hablan de despedidas con compromisos, de
promesas de no aguante y abandonos.
Los días en
los que existan esas ausencias serán días largos y monótonos, sin sobresaltos.
Y no los
esperará.
Un nombre se
pronuncia, en las gélidas horas de la mañana, en la cara norte del olvido
Otro
pretexto de viernes, hoy, que no es Noviembre.
Hoy que no
es hace un rato, cuando abrió los ojos definitivamente, y fueron las nueve y diez.
Hoy...se
preguntará a qué viene todo esto.
Esperando
que el eco responda que es sólo literatura.
Y muerte.
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