Pasado.
../..”Me zarandeo sin principio ni final mientras escojo una nube al azar y la traspaso con un disparo imaginario. Me propongo hacer una seria apología del extremismo egoísta que reparte porrazos a las mejillas ultra terrenales y a las parturientas veleidades.”.../..
Boris Lubernieff
En aquella ocasión fue lo único que quedó claro. A pesar de la rapidez de las cosas, la muerte es lenta, muy lenta, y uno puede darse cuenta hasta del último detalle. Lo pensó durante el trayecto al hospital, con su cuerpo martirizándole, su abdomen reventado en dolor y los brazos y las piernas sangrando por las múltiples erosiones descarnadas. Estuvo cerca la vieja desdentada de acostarse junto a él en el lecho de los amantes, de acariciar su torso desnudo y besar sus labios entreabiertos, de introducirse en el fondo se su interior y estallar en una explosión de placer y agonía, diluyéndose mutuamente en lo profundo del infinito. Hubo entonces días en los que la añoraba.
“No sé si sabes en qué región habito
desde que aquella noche
comprendí que la noche no era oscura”.../...
Jesús Cueva
Pero vive. Vive y envía cartas rancias y amarillas como el trozo de piel ajado de un enfermo de hepatitis, un enfermo crónico que seca las llagas de su espalda con las sábanas arrugadas de algún camastro vacío.
Y vuelve a la rutina. Sigue aquí, acompañando a Dorita en el largo camino hacia Oz y sacando brillo a sus chapines colorados. Enjugando las lágrimas del Hombre de Hojalata para que no se le oxide su indumentaria, jaleando al León para que, por fin, sea un valiente, y buscando un corazón para trasplantárselo al Espantapájaros y pueda aprender a amar. Sigue aquí. Aún dura el ticket para esa atracción en la que se ha montado, la música estridente, los acordes asonantes del instante que separa el pasado y el presente de la nada. Hace tiempo que debió concluir y aquí sigue. Perpetuo.
../..”El olvido, el olvido…Un buen explorador lo definiría como la huella que siempre deja un rastro que, por muy pequeño que sea, nos conduce inevitablemente a la presa.”... /...
Boris Lubernieff
El olvido nos conduce al recuerdo, intuye el iluminado. Siempre ha tenido un miedo atroz a las despedidas definitivas, pero siempre ha creído que eran necesarias. Ahora sabe que comienza un juego llamado Redenciones en el cual el jugador principal acepta las consecuencias y hace que las causas retornen a los principios.
Sospecha que llega su turno.
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