La revolución de los gestos asemeja el fotograma congelado
de aquella película.
Siempre nos quedará
París, murmura en silencio.
Pero la ciudad no tiene puerto donde amarrar y
él debe continuar la singladura.
La estancia
vacía, bruna, apenas envelada por débiles rayos de sol, susurra al oído del
visitante palabras amables y sensuales: las últimas estrofas de un poema
llamado derrota.
Ya nada queda.
Todo fue, sin ser todo para nada, excepto su
cuerpo absorto en la penumbra de la clarividencia.
El camino mojado, los muros
de hiedra, el aplauso sordo de los mancos, la sombra del sauce, la canción…
¡tantos compañeros que acompañan!
En un hilo
de voz la vida no sonríe.
Nunca seré el nombre que prenderás
en tu talle, jamás una caricia
que recordar cuando te resuelvas en polvo.
Rafael González Serrano / Presencias figuradas (Vitruvio 2006)