martes, octubre 30, 2012
Letras ajenas: Rafael González Serrano, Siempre la feria
No hay quinto malo.
Y si el quinto (libro, me refiero) se aparta de lo escrito anteriormente, pues tendremos un nuevo campo donde abonar estadísticas y comentarios.
Siempre la feria (Editorial Celesta 2012) es la primera novela de Rafael González Serrano después de cuatro poemarios anteriores (Presencias figuradas, Manual de fingimientos, Insistir en la noche y Mapa del laberinto) aunque todo conduce a que podamos leer un ensayo novelado con un rico lenguaje y una tonalidad variada.
Las disquisiciones, críticas, observaciones, descubrimientos y apreciaciones de un autor imaginario en una feria del libro cualquiera (pongamos que habla de Madrid) son motivo, para nuestro escritor, de rasgar, como una cortante navaja, temas como autores, editores, medios, premios, tertulias y grupos, políticos, apariciones públicas, la crítica, la creación... (pág. 178)
Por una vez, Rafael González salta desde el observatorio de lo alto de la sala de anatomía para desmembrar, tajo a tajo, los temas antes referidos. Y, como un perfecto cirujano, encuentra el lugar exacto donde clavar el bisturí para llegar al lugar adecuado y dar con la dolencia concreta.
Con una ironía tremenda, cínica y descarnada en ocasiones, Siempre la feria es un alegato a la rebeldía literaria visto por uno de los suyos, por uno de los nuestros: un sufridor que intenta vivir de esa literatura a la que tantas zancadillas y tantas malas compañías le cobijan. Su estilo directo, analítico y tajante también, contribuye a la forma idónea para relatar las grandezas y las miserias de todo lo que rodea a este mundo tan especial que sólo el que lo ha vivido puede contarlo detalladamente.
Ha sido una grata sorpresa ver como Rafael González se desenvuelve tan bien (¡también!) en un género en el que no se nos había mostrado hasta ahora. Todo para, como dice su protagonista: puede que haya puesto en solfa unos cuantos aspectos de este nuestro encantador mundillo, aireando un poco los pecados, pero he sido discreto con los pecadores.
Mejor leedlo y opinad.
lunes, octubre 15, 2012
Intrascendencias.
Pasado.
Porque ya todo es pasado y apenas algo se escribe en la noche.
Porque desde hace siglos nada murmuran las letras en sus ojos, y las musas lejanas flirtean con nuevos inquilinos de otras tierras, de otros acentos.
Porque el olvido es ley y la distancia su moneda.
Porque todo tiende a su cauce, a su recto designio, a su recuerdo primero (prólogo del desastre)
Porque no volverá a llover en la madrugada, como entonces.
Porque cualquier canción hablada sonará en la bóveda del pensamiento y con ella, la imagen.
Porque nunca dijo aquellas palabras esperadas y, sin embargo, sentidas.
Porque ya es tarde.
Y apenas algo más se escribirá en las futuras noches.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora,
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Luis Cernuda
miércoles, octubre 10, 2012
Intrascendencias
Pasado.
Tal vez sólo me quede esta manera
Debía de ser otoño.
Lo recuerda
porque caían las últimas hojas de su diario y su aspecto se tornaba clandestino
y plomizo, como el gris de los días sobre la espalda de las palomas.
Debía de ser
otoño.
Lo recuerda
porque todo conducía a la ausencia punzante, a la niebla confusa y a los
erráticos reproches enredados en malinterpretaciones, a los mensajes de excusa,
a las noches de lectura sin papel, a las líneas mudas, invisibles.
Fue época
de perseguir soplos y murmullos, aguas, remolinos y nubes. De marcar los
límites del futuro con estacas carcomidas y redes oxidadas: sólo un empujón
arrastraba a la libertad.
Debía de ser
otoño.
Lo recuerda
porque el amor se hizo átono y en el
sortilegio de la noche voló con las plumas rotas en la última caída, antes del
vacío, para estrellarse detrás de otros muros, entre otras letras, sobre otros
espacios.
Y sin música.
Con todos
los secretos mostrados ante el mundo que nunca le acogería.
Desde aquel último otoño.
de decirte las cosas,
recurrir al lenguaje estilizado
de la palabra escrita.
Ariadna G. García
jueves, octubre 04, 2012
Letras propias: Madrugada en la ciudad
Presente.
MADRUGADA
EN LA CIUDAD
Consiénteme que filosofe
sobre tu pecho y empantane
tu vientre de amaneceres.
Que inunde tu mente de posos
y llene tu interna materia
de frágiles incógnitas.
Abasteciendo mi oscura soledad
por la luz de esos tibios albores.
Y, sin más rodeos,
empacharnos de lujuria
y no hacer el amor.
Hasta morir.
De Rastros perdidos
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