CUADERNO DE CONCLUSIONES (6)
La
efervescencia.
Ese
matiz convexo que surge, gastado e inconfesable, acabando de fluir cuando ya es
caudal improvisado.
Ese
viajar a lomos de la predilección, ese circundar la isla de los párpados
manantiales.
Efecto
desborde tintado en el reloj digital, fanal cercano en el retorno.
Desde
entonces, cuando te quise, los tentáculos de mi voz llamándote en resucitada creencia
sin testigos.
Desde
entonces, cuando te quise, el hondo misterio del volumen ingrato de la
improbabilidad.
La
efervescencia que aplaca el adiós -sí: quise marcharme- haciendo crecer las
alas del hermetismo averiguado.
Sin
más imágenes que los campos del febrero feliz durante la lluvia vaciada más
allá de las formas.
Desde
entonces, cuando te quiero, no ocultes nada, no dispenses favores en los
altares del pasado, no des oportunidades a lo muerto.
No
me arrincones.
Si
acompañas mi presencia, no dejes que la duda de tus ocultaciones detenga el olor
de las rosas que el futuro de la efervescencia ha de entregarte.