Invítame a tu lecho en septiembre.
Milagros
Salvador
Un anexo inconsistente.
Una cuña en la mejilla para intentar evitar
una mueca de desasosiego en el rostro.
Una historia sin importancia.
Un dos sin tres.
Una gota seca en el papel
Una anécdota simple y estéril.
Una baldosa rota en el ángulo
Una llamada sin responder
Un colchón sobre el suelo.
Un pétalo dormido del que, dicen, oculta
algo único.
Una conjunción de tramas impronunciables, acicaladas,
protagonistas del baile en el salón de las sábanas donde la danza inicia una
cuenta atrás.
Treinta, veintinueve, veintiocho,
veintisiete, veintiséis…
Un lecho ordinal para no llegar al cero.
Para no llegar a nada y mantener las
estaciones.
Donde septiembre vuelve a ser junio en un
bucle embustero del tiempo.
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