Ocupar el espacio donde no habita la luz,
en el eje de lo callado y la despedida,
donde el oxígeno quema el tabaco.
Pisar lo que ya no conduce a lo referente,
al hecho motor, a la inercia del vuelo
partido en dos por el horizonte.
Sólo el acto convive con la variable:
incógnita de futuro hecho olvido
por la llama que no quiso prender.
Arder donde sólo arden las fotografías
diluidas entre nubes, alcohol, desconsuelo
y un cuídate
agonizando en la percepción.
Ocupar con o sin lo nunca mismo
para recitar el dolor en aquelarre
pensando porqué los sueños nunca se
cumplen.