martes, enero 23, 2018

Letras ajenas: Rafael González Serrano


Porque la aproximación y el desencuentro se dan cita en nuestra cotidiana aventura de la vida, pues las expectativas, los deseos, los proyectos o, incluso, las ilusiones, nos constituyen.

Las palabras que ilustran la contraportada balizan la situación que nos encontraremos cuando la ruta de la lectura de este libro nos derive a la tormenta.

Cruzar puertas traseras no es un huir de los hechos principales que catalogan la existencia. De hecho, es un afrontar la realidad onírica que marca el tercio de varas con el que nos castiga la vida. No, no huye el poeta de su viaje: descubre su rostro para dejar que lo golpee la rabia de lo cotidiano.

Cruzar puertas traseras es un libro maduro, real. Cincelado a golpe de recorrer etapas que nunca se dan por perdidas, de respiraciones asfixiantes que nunca ahogan porque se puede con/contra ellas.

No hay que mostrar, se lee en Rafael: hay que sugerir. Hay que bucear dentro de sus letras para llegar al fondo de sus sentimientos y aguantar la apnea en unas imágenes que oxigenan a pesar del efecto de angustia que traza en pinceladas.

Ventanas entornadas, Alcobas paralelas, Escaleras furtivas y Callejones traseros. Cuatro partes adjetivadas que catalogan un todo con la sutileza de un pintor de miniaturas, delineando, milímetro a milímetro, las ojeras de un héroe diminuto. Héroe cotidiano que habita moradas internas y vive en metáforas que, a veces, no son bellas ni ideales.

            Acecho

Desde aquí,
donde átomos invisibles generan
una red de transparencias,
observas un afuera
que no es sino un espacio
de interiores desterrado.

Y desde ese universo
te responde tu propia mirada,
convertida ya en simulacro
de pupilas ajenas
que se deslizan sinuosas
y fugaces por la frontera
de una calle;
                    la misma
que te reta a descifrarla.

La calle, la acera, la alcoba, la puerta, las paredes, el tabique, la ventana, las escaleras, el portal...
Los elementos cotidianos de un edificio son las mantas que nos cubren, la piel que nos cobija, los pasos que nos llevan y el camino que afrontamos.
En la superficie: el personaje, el amor y la soledad (aunque sea multitudinaria).
En el fondo: un excelente libro de una nueva etapa.
En lo profundo: el poeta desnudo.
En todo: la palabra y la imagen.

Te delata tu olor:
un estigma de cloro
y fibra lacaya.
La herrumbre te acusa
en un aquelarre
de pasado y deshonor,
y un tesoro de polvo
seduce a las acuarelas de
las flores marchitas.
Eres la esencia de
los colores fenecidos y
de las frecuencias
disipadas en rumores.




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