jueves, febrero 15, 2018

Correspondencia ordinaria 9




LA DAMA DEL LAGO

El miedo concluyó apresando el ahora,
las anécdotas, el aire, las cinco
de la madrugada y la huida muda
tras la última frase ventisca.

Se cargó el futuro de expectativas,
comprobando que no fueran sangre
mojada, anudando los instantes
hasta hacer cuerdas colgando del tiempo.

Yo quise percibir los ojos ausentes,
beber los silencios del pensamiento,
gastar las provisiones de aquel nunca
para morir en otra nueva etapa.

Estudié la prosodia de los guiños,
la escarcha y el interior de la sombra,
tatuando lágrimas en cada pecho
con la propuesta de lo que no sería.

Quedó una sombra agachada que toma
la sinsustancia de lo que queda al cortar
una página del cristal forzado,
añicos de los versos tristes de hoy.

Ventanas entornando los párpados
enmudeciendo mi figura en la marcha.
Miro sin decir. Puede que mañana,
cuando ya no esté, olvides mi nombre.


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