Decían que la distancia más corta
entre dos puntos era un bostezo.
Pero, desde aquí hasta donde se hospeda
la imaginación,
hay otras formas geométricas.
No es momento de bautizar
al nuevo esqueje de la impaciencia,
nutrirlo de espigas muertas.
Aunque salten serpientes entre oquedades,
aunque el asombro impida abrir la vista
y sea ráfaga
de la que protegerse por el pasado.
El pasado que se creyó abrigo, remota
luz y ceremonia de esta representación presente,
barro de playa que deslustra
vértices donde ocultarse.
Pero, desde aquí hasta
las próximas palabras,
hay un camino extraño
que marcha entre frutos
ignorantes de aquellos sucesos.
Como si nada de todo eso
rompiese ahora la garganta
cuando se grita pidiendo tiempo.
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