miércoles, mayo 13, 2020

Nonsenses XIX



En aquel tiempo sentirse libre
era una guitarra en un concierto,
una asombrosa gira interminable
por escenarios de cuerpos extraños.

Eso le decía mientras los dedos
frágiles revolvían, debajo de ella,
hipótesis confirmando recursos
-acaso alguna excusa de emergencia-.

Luego lo achacó a la desorientación,
al poco crédito de las opiniones:
llegar más allá del límite era el fin
instrumental de aquella diacronía.

Sentirse libre era enfrentarse
en tiempo de descuento a algún camello
que abría su bolsillo, de par en par,
ofreciendo una autopista sin retorno.

Cuando la libertad volvió del viaje
la historia cerró su partitura
y sólo la ansiedad se fue inyectando
por la presencia de la melancolía.

Eso le decía cuando no pudo
explicarle que la belleza era
antojo de noches coloreadas,
voluntad de lo irreal y efímero.

Eso le dijo en todo aquel tiempo
cuando los sueños era excrecencias
dolorosas, que le hacían gritar
la calma del vértigo como un himno.

Durante las baladas y los poemas,
los triunfos, las derrotas y los plazos
impagados por el espectáculo
de los acordes en láminas sepia.



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