lunes, septiembre 14, 2009

Pasado.

Esta inactividad deportiva promete oxidar sus dislocadas articulaciones (ya va siendo uno un poco mayor para tanto partido de fútbol y las ágiles estiradas conllevan unos simpáticos guantazos sobre el suelo) Se necesita algo de acción como, por ejemplo, insultar a algún jefecillo en su fea cara, intentar adelantar al expreso de las nueve o declarar la guerra a la jauría de mafiosos que pueblan La Celsa.
Entre la miríada de luces que deslumbran sus ojos y la música estridente que tapona sus oídos apoya sus brazos sobre el mostrador y pide al camarero una gran raya de vida para esnifarla con la desesperación de una última voluntad. Una raya gris, como el título de esa novela que sus manos nunca escribirán.
Pero decía ayer…no sabe: ayer ha sido hace un montón de días. O no ha sido nunca y se tiene que abstener de repetir todo lo que dijo ayer, todo lo que dijo nunca. Se abstiene de repetirlo, más que nada, por que no vale para solucionar ninguna ecuación de múltiples incógnitas, porque el movimiento se demuestra andando (¿dijo amando?) y las acciones se quedan clavadas en los arcenes de los caros peajes.
¡Cara moneda es la que no vale para comprar la necesidad perentoria del dormido! No hay/hubo/habrá regalos intrascendentes para guardar en el bolsillo del pantalón vaquero o en los canales auditivos -Venecia de la anatomía- rebosantes del siempre igual
La vida le despacha cuarto y mitad de algo que necesitaría por kilos y él, como buena Maruja, va al mercado diariamente con su cartilla de racionamiento para jugar al estraperlo y comerse, de un pequeño bocado, un trocito de sugestión que no sabe qué es, pero que tiene buen sabor. Se he hecho un gourmet de los instantes.


../..”La miré. Nada. La miré de nuevo,
y nada, y nada. Alrededor, la tarde.”
Carlos Sahagún


Esta inactividad promete. Esta quieta etapa de su tiempo lobotomiza el pedacito de sentimiento que se pueda generar en el hemisferio de los sueños. El sol, amante latino inquieto, cubre los tejados de los viejos edificios del centro de la capital intentando poseer hasta el mínimo resquicio de los ladrillos.
En el cielo, un trapecista imaginario le saca la lengua.


../..”Yo bien quisiera
hablar con voz más pura de la luna y las flores,
o descifrar en versos mágicos
el color de los ojos de la mujer que amo.”.../..
Eugenio de Nora

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