../..Digamos, simplemente,
que prefiero expresarme con letras a hacerlo con palabras, por una extraña
manía que ha ido acrecentándose en el tiempo (y soy demasiado mayor para
cambiar)../..
Fueron las primeras frases que escribí, las primeras intrascendencias.
Recuerdo que era el año 2002 (o 2003: sabes que soy un
desastre para las fechas) y comenzaba una cascada de escritos cuya única lectora
eras tú.
Recuerdo, también, que mi maleta estaba repleta de palabras,
de sensaciones, y cargaba con ella por las calles como un vagabundo que llevase
su casa a cuestas; sin rumbo ni destino.
Y tú me ayudaste a llevarla.
Fueron días de descubrimientos, de observaciones, de viajes
y reencuentros. No existía la distancia y el mundo era un acuario inmenso donde
nadábamos entre corales y tiburones.
Lo importante, la
magnitud equiparable al infinito, es mostrar el pecho (por dentro, ya que
exteriormente más vale taparlo), cerrado durante lustros, al espejo de las
palmas de unas manos, y no sentir dolor. Lo importante es que…
Miles de letras que ocuparon un espacio vacío. Como ahora ha
quedado vacío el recuerdo de aquellos días de plomo y plata, de incorrecciones,
de huidas crepusculares y actos socialmente aceptados.
Si no fuera por lo escrito hubiera olvidado todo, tal y como
pude olvidar tantos detalles.
La memoria es un hilo fino que se parte ante el descuido y
la dejadez, ante la conservación del raciocinio, anta el posible crujir de la
salud mental: un mecanismo de defensa para el dolor.
Bajo los cirros de las
nubes, donde lo inalcanzable tiene un nombre y la vida un adjetivo. Más arriba
de la pared en la cual escribí mi primer poema con el carbón ennegrecido de una
hoguera apagada.
Un poco más arriba
La distancia engendra olvido: no todo el mundo lo sabe. Yo lo
descubrí.
El tiempo reposó todo aquello y la vida se convirtió en un
bucle que absorbía todo lo que encontraba a su alrededor.
Hasta hoy.
Donde el presente es un agujero negro que socava esta nueva
era de incógnitas y preguntas, de incertidumbres y aislamientos
Y el bucle se funde con el caos.
Y mi vida es un tránsito sin meta definida, a mi pesar.
A estas horas de la
tarde y con la tristeza a la vuelta de la esquina, relleno el último folio con
fachadas nuevas sobre cimientos antiguos
Sé que me escuchas.
Sé que abriste el último libro que escribí y te detuviste en
algún pasaje conocido.
Sé que, aunque no sonrías como siempre, tus ojos cerrados atienden los susurros de estos últimos pensamientos que te traslado mientras te observo,
dormida, dentro de tu féretro.
Y que me estás preguntando cómo me va la vida, cómo camina mi futuro con esa mujer de la que te hablé la última vez y que me había vuelto
a abrir la puerta de la sonrisa, cómo está el pequeño Mario, cómo mis poemas.
No puedo decirte gran cosa: corren tiempos de mudanzas e
incomunicaciones.
Y me siento tan inseguro…
Y la única certeza es que ya no podré contarte algún
secreto, ningún desenlace.
Nunca fue más ingrata la muerte.
Nunca nadie volverá a nombrarme como me nombraste.
Ahora, como entonces, una cita.
Extensible a la realidad, a lo actual.
Como siempre.
Descansa en paz.
“De tu vida sólo me
diste un instante. Tengo la certeza de que, pese al pasado y pese al futuro, en
el latido eterno de ese único instante de nuestras vidas, me amas”
Jeremy Irons en
Joder, amigo...
ResponderEliminarSabes que se lo debía.
EliminarPor los viejos tiempos.
Un abrazo, Enzo!