martes, marzo 27, 2018

Nonsenses IV





           Le proponían un juego de palabras que abarcase todas las insatisfacciones.

Le retaban a que sus sueños tuvieran una redacción imposible acerca de un concepto que habitaba en un absurdo libro de autoayuda que le dejaron hace tiempo.

Y él colocaba, sin avisar, un pequeño prefacio y una parrafada, ya escrita, junto a un poema de un libro inacabado.

Sin dar más explicaciones a las características de haber sido un imbécil sentimental.

No las pidió (ya se encargaron de explicárselas).

No las había.

En realidad no había nada salvo una fachada cínica que no conducía a sitio alguno pero que siempre era válida para sobrevivir: un anticiparse a la burla o el desamparo.

Era todo.

Es todo.

            Ellos saben de su pobre actitud para las cosas perdurables, de su actuación cotidiana para subsistir, para no mostrar tanta mansedumbre, tanta cobardía.

Ellos saben de mundos irreales que nunca serán habitados por su incapacidad, por su indiferencia, por la atrofia de la partícula que mueve una parte oculta del corazón.

Ella sabe que la razón se antepone al sentimiento.

Él sabe que la amargura mancha y que el tiempo es un ladrón.

            Por esos tiznes que ensucian su ánimo, por tantas cosas que el tiempo le ha robado, por tantas citas perdidas y tantas palabras encontradas, es un imbécil sentimental.

Por necesidad.

Por terminar, aunque sólo sea en pequeñas píldoras, con las palabras que debe.

Por todo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario