miércoles, abril 04, 2018

Nonsenses V




            El lector es el propietario de cada sentimiento escrito.

            Un dios que adopta las palabras usándolas a capricho, interpretando momentos, adaptando complicidades según transcurre la lectura.

             Recuerda, mientras nota el viento arrastrando su tristeza, el último poema que amasó con el mimo de la querencia, el grito en el páramo encharcado de su paisaje.

            Recuerda la intención de todo para que pareciese nada.

            De los escombros se crean bellas ruinas que complementan los encuadres.

            Pero él no está ahí para fotografiar nada.

            Dejó de ser protagonista para convertirse en lector leído.

            Incluso le hablaron de gestionar algo que nunca pensó que habría que hacerlo. Porque la vida no era gestión: era vivir.

            Suena el tono de un improperio bajo el algoritmo de una incerteza.

            Lee, detrás de un tomo estrafalario, las vicisitudes.
           
            Lee su vida.

            Recuerda un dios fotografiando escombros, protagonizando su vida, gestionando sus despedidas, recordando sus intenciones.

            Se recuerda protagonista.

            En la Baraka que deseó cuando el tiempo era dócil e inválido.


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